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PUEBLA, Pue., 29 de julio de 2025. La Biblioteca Palafoxiana de Puebla celebra este 29 de julio el 20 aniversario de su inclusión por la Unesco en el Registro de Memoria del Mundo, iniciativa impulsada para procurar la preservación y acceso del patrimonio documental en el orbe. Clasificada como la primera biblioteca pública de América, fue también la que inició en México con el reconocimiento por parte de la Unesco como Memoria del Mundo.
Actualmente, en el país, hay varios fondos documentales y colecciones que han sido reconocidos por la Unesco como parte del citado programa. Pero la primera en ser incluida fue la Biblioteca Palafoxiana de Puebla.
Fundada en 1646 con cinco mil volúmenes, ahora cuenta con un amplio acervo, que abarca de 1473 a 1821. Pero desde 1604 el acervo para los seminaristas ya incluía por lo menos 400 libros que el obispo Diego Romano hizo trasladar de Acatlán a Puebla.
Actualmente resguarda 45 mil 90 libros, entre ellos obras teológicas, filosóficas, de historia y ciencias humanas, además de literatura, retórica, viajes, geografía, matemáticas y ciencias naturales.
Cabe señalar que la Palafoxiana destaca porque ha sabido preservar intactos su sede, acervo bibliográfico, arquitectura, estanterías y un fondo de manuscritos único en el mundo, al que se suman nueve incunables, es decir, libros que se imprimieron durante el siglo XV.
Asimismo, cuentan con libros en más de 15 idiomas, entre ellos latín, español, italiano, francés, portugués, inglés y distintas lenguas originarias de México, principalmente náhuatl, mixteco y otomí.
Cabe mencionar que por decisión del obispo Juan de Palafox y Mendoza, fundador de la actual Biblioteca Palafoxiana, los alumnos de los colegios seminarios que se encontraban a un costado de la catedral tenían que conocer alguna lengua indígena para poder ir a predicar donde no se hablaba español.
Fue por lo anterior que en el acervo se fueron incluyendo libros en latín y español, que para los estudiantes de los siglos XVII, XVIII e inicios del XIX, eran lenguas que tenían que conocer, pero además también, libros y documentos de las lenguas indígenas de México.
Entre las obras que resguardan, destaca la Crónica de Nüremberg, de Hartmann Schedel, uno de los nueve incunables —es decir, los primeros libros que fueron editados tras la creación de la imprenta en 1440— de la biblioteca, impreso por Antón Koberger en 1493 en papel de lino con caracteres góticos e ilustrado con 1804 xilografías (grabados mediante planchas de madera).
También está Los nueve libros de Historia de Heródoto, el cual fue impreso en 1473 en Venecia, por Nicolás Rubea; La ciudad de Dios, de San Agustín de 1475, un texto en latín, también impreso en Venecia por Nicolás Jennson.
Sermones de Temporada y de Santos, de Peregrino, que fue provincial de los Dominicos en Polonia. Fue impreso en Colonia por Henricus Quentell, en 1481. Tratado de Fiebribus, que es un Tratado de las Fiebres, de Gentile da Foligno, impreso en 1486, en Papia, por Antonio de Charchano.
También está toda la Obra de Angelo Politani, impreso en Venecia por Aldo Manuzio, 1498. La Crónica de Aragón", de Gauberto Fabricio de Vagad, impreso en Zaragoza en 1499, por Paulo Hurus.
Por último, se tienen los incunables Summa Total, de San Antonino de Florencia; y Sermones, de Jacobo Vorágine, ambas impresas en 1500 en Lyon, la primera por Johannem Cleyn y la segunda por Joannes Treschel, respectivamente.
También destacan en su colección las obras De humani corporis fabrica, de Andrés Vesalio; El Atlas, de Gerardus Mercator; El Quijote, de Miguel de Cervantes Saavedra; la Monarquía Indiana, de fray Juan de Torquemada, y Las Fábulas, de Jean de La Fontaine.
Otros libros importantes son un Atlas, de Ortelius, impreso en Amberes en 1548; una Biblia políglota o Biblia Regia, escrita entre 1569 y 1573 en griego, latín, hebreo y caldeo; y la Gramática egipcia, de Jean François Champollion.
La biblioteca también resguarda las obras completas de Isaac Newton en más de una edición, así como libros de Johannes Kepler, René Descartes, Antoine Laurent Lavoisier, padre de la química moderna, de Carlos Linneo (Carl Nilsson Linnæus), padre de la botánica moderna y el creador de la nomenclatura binominal para las especies de plantas y animales.
Vale decir que desde su fundación la biblioteca ha tenido varias etapas. La primera en 1646, cuando el obispo Juan de Palafox hizo la primera donación de cinco mil libros. La segunda, cuando la colección se traslada a la nave que actualmente ocupa, diseñada ex profeso para albergar la biblioteca, en donde todo tiene un valor histórico, incluido el mobiliario.
El lugar en el que se encuentra la sede, el antiguo Colegio de San Juan, fue habilitado a partir de 1773 por instrucción del obispo Francisco Fabián y Fuero. En esa época, se le bautizó como Biblioteca de los Tridentinos.
En el siglo XIX, el Estado mexicano la renombró Biblioteca Pública del Estado, pero aquella etiqueta se revertiría menos de un siglo después, cuando en los años 20 del siglo XX, el investigador y bibliotecario Hugo Leitch la reclasificó como Biblioteca Palafoxiana.
Por lo que respectan a las mesas, que tienen una plancha de ónix de Tecali y una decoración de marquetería, forman parte de la institución incluso desde antes de que estuviera en este sitio, ya que fueron donadas a la biblioteca antes de que se inaugurara.
Por ser parte del inventario y por su valor histórico, ni las mesas ni las sillas pueden cambiar de lugar.